Regresaba de las clases huyendo de una de las hermanas, que venía regañándola por no llevar puesto el uniforme. Sino fuera por lo escurridiza que era, estaría castigada hasta terminar el curso.
- ¡Déjame, vieja bruja!
Gritó sonriente y dobló la esquina corriendo. Saltó las escaleras con la agilidad que las calles que habían dado y tomó cobijo tras una pared. Apoyó la espalda con el pulso acelerado y la mochila colgada de su hombro. Enarcó las cejas y rió divertida. Aquellas cosas hacían que el lugar fuera mejor. Miró los pasillos, la hermana parecía haber desistido.